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Palabras prohibidas en boca de niños

El momento adecuado

Era el momento adecuado…
Se escuchaban con gran sonoridad los ronquidos del papá de Ciro, tumbado en el sofá negro donde acostumbraba a dejar caer su cabeza hacia atrás y abrir la boca tanto como su cuerpo le permitía. La mamá había salido a comprar al centro comercial que habían abierto hace pocos días, con la sonrisa de quien tiene una gran idea en la cabeza.
Bruto descansaba a los pies del papá meneando la colita de vez en cuando, con sus grandes ojos cerrados y una expresión de estar profundamente dormido. Solamente de vez en cuando se movían los músculos de la nariz para olfatear que estaba todo en orden y no se había movido ningún pastel sabroso de su sitio, era un gran amante de la comida sobretodo de aquella que tuviera la suerte de degustar. Si pudiera hablar como nosotros, seguro de diría siempre: “un plato exquisito… ñam…excelente…ñam”.

Mintia llevaba un rato mirando fijamente a ninguna parte, perdida en el rincón de sus ideas, estaba tratando de solucionar el problema que tenía entre manos.

- Mintia, creo que podríamos cogerlos si consiguiéramos subir junto al fregadero, desde allí sería más fácil llegar junto al armario.
- Ciro, si subimos allí, tu papá nos verá desde el comedor y pondrá fin a nuestro intento de capturar esos bollos tan ricos que tienen escondidos. Desde luego, no se como pueden torturarnos de esta forma, como si fuéramos a comerlos todos.
- Mintia… la última vez que hiz..
- Calla!! Además, fue culpa de tu perrito, que siempre llega cuando está el trabajo terminado y se dedica a lamer todos y cada uno de los bollos que están al alcance de su lengua rosada y babosa.
- Jajajaja, es que a él también le gustan los bollos que hace mi abuelita.
- Bueno, creo que la mejor opción es acercarnos desde el otro lado, lo lamento pero tendrás que escalar un poquito…
- ¿y porqué no subes tú? La última vez casi me mato.
- Si me caigo yo, ¿podrás cogerme para que no me haga daño?
- Esta bien, pero que conste que lo hago porque no quiero acabar el fin de mis días debajo de tu…
- Sube inmediatamente antes de que te deje sin cabeza canijo!!

Y dicho esto, ayudado por su amiga, Ciro consiguió agarrarse con las dos manos a los barrotes de la plancha que tenían junto al armario donde se encontraban los deliciosos bollos de la abuelita. Asegurados los pies, puso manos a la obra. Comenzó a ir subiendo despacito, primero una mano, después un pié, luego la otra mano y finalmente el otro pié… y así hasta alcanzar la cima. Cuando Ciro miró hacia abajo, comenzaron a entrarle sudores fríos, solo lograba distinguir a su amiga que le gritaba desde abajo.

- Venga pequeñajo que no tenemos todo el día, solo tienes que ponerte de pié y estirar tus manitas hacia la parte de arriba del armario.
Pero Ciro no pensaba que fuera tan fácil, tenía pánico a las alturas, sobre todo porque no veía bien lo que tenía debajo. Comenzó a ponerse de pié poco a poco, apoyando su espalda contra el armario hasta quedar totalmente erguido.
- AAAAHHHH!!!!
Sin darse cuenta se le había enganchado el pañal al pomo del armario y le empujó al vacío, colgándolo boca abajo con su pañal como único punto de apoyo.
- Mintia ayúdame!! Me voy a morir!!!
- Canijo siempre tienes que complicarlo todo, esta bien, escúchame atentamente, vas a deslizar tus patitas hasta salir del pañal y yo te cogeré antes de que toques el suelo.
- No!! Estas loca!! Me quieres matar!!! Socorro!!
- Ciro por favor, que soy mala pero no quiero que subas al cielo tan pronto… bueno, aunque creo que al cielo no irías porque entonces yo sería la mala malísima y eso no está bien pensarlo de uno mismo…
- ¿Quieres dejar de pensar tonterías y hacer algo?
- Espera!! No te muevas que estas a punto de tirar los bollos.
- ¿cómo?
- Ciro, da una patada contra el armario rápido!!!

Ciro sin pensarlo demasiado, le arreó una patada a su punto de apoyo con todas sus fuerzas con tan mala suerte que el pañal se soltó. Giró sobre si mismo mientras se desenrollaba el pañal y comenzó a caer al vacío. Mintia tenía los ojos desorbitados, extendió los brazos y comenzó a pedirle a todos los dioses que no se equivocara con el lugar de la caída. Por suerte aterrizó sobre blandito, los dos cayeron al suelo y Ciro comenzó a besarle la cara a Mintia.

- Me has salvado- decía con ojos llorosos y mirada sincera- nunca podré agradecértelo.
- Cuidado Ciro que nos vienen los bollos!!!

Mientras ocurría todo aquello, los bollos habían llegado al borde del armario y comenzaron a caer de uno en uno. Al principio fue sencillo coger los dos o tres primeros, pero cuando comenzaron a llover unos diez o quince a la vez fue imposible realizar esa tarea de recolección. Pronto se quedaron rodeados de bollos por todas partes.

- Yujuuu!!! Ahora podremos comer todo lo que queramos!!!
- Mintia, te los regalo todos, así estamos en paz, no me gusta tener deudas con nadie y menos contigo, que aun recuerdo el día que tuve que disfrazarme de niña y me pintaste los labios, que sabor tan horrible.
- Jajajajaja, es que eso no se come, solo se pone para ir al médico, o eso dice mi madre. En fin, cerramos el trato, ahora mismo solo quiero centrarme en mis bollos y no compartirlos con nadie, así que hazme el favor y espérame en el comedor.

Mientras hablaban, Bruto había estado lamiendo todos y cada uno de los bollos que había repartidos por el suelo. Mintia comenzó a ponerse de color rojo, tenía los ojos ardiendo y con la expresión de quien lleva una bomba dentro de su estómago.

- Maldito perro!!! ¿Cómo has podido hacerme esto? Ahora no quiero comerme ningún bollito!! Solo de pensarlo… puagh… no quiero comer babas de perro pulgoso. Me voy a casa que seguro que allí tengo montones de pasteles y helados listos para comerselos sin compartir con nadie.
- Como quieras Mintia, nos vemos luego ¿vale?
- He tenido bastante por hoy de vosotros dos, mejor nos vemos mañana, tengo una tripa que llenar y una siesta que comenzar. Adiós compañero.
Y dicho esto, desapareció de la casa por el agujerito por donde entran y salen los perros que hay en las puertas. Ciro se acercó a Bruto y rascándole la cabeza le dijo al oído:

- Buen chico, ahora cómete la mitad que yo me terminaré la otra. Si no fuera por ti, nunca comeríamos bollos, eres el mejor perro del mundo.

Y juntos, una vez más, se salieron con la suya, porque a un buen amo no le dan asco las babas de su perro, al menos, a un bebé.

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